La mayoría de los habitantes del mundo occidental moderno nos sentimos profundamente desconectados de nuestra fuente espiritual. Nuestra cultura, en su búsqueda del desarrollo intelectual y físico, ha perdido aparentemente el rastro de la dimensión espiritual de la vida.

Continuamos con el resúmen del libro “Los cuatro niveles de la sanación” de Shackti Gawain, parte 4

Cómo sanar el nivel espiritual parte 3

Como individuos, cuando estamos desconectados de nuestro propio ser esencial y del espíritu universal, nos sentimos vacíos, perdidos y solos. Perdemos nuestro sentimiento de estar en nuestro sitio en el universo. A nuestras vidas les falta el sentimiento de significado y de propósito que deberían tener.

Inconscientemente, aspiramos a llenar de muchas formas este vacío interior. Podemos sentirnos impulsados a ganar dinero, o a alcanzar el poder y el éxito, o a encontrar una relación de pareja perfecta que nos aporte felicidad y realización. Podemos caer en conductas de tipo adictivo y recurrir a la comida, el alcohol, las drogas, el trabajo, el sexo compulsivo, las compras compulsivas o el juego como medios para intentar llenarnos y para librarnos de nuestro dolor. Tarde o temprano, descubrimos que ninguno de esto métodos puede llenar un vacío que es eminentemente espiritual.

Como dije en el capítulo anterior, esta falta de conexión con el espíritu se encuentra en la raíz de muchos de nuestros males sociales y culturales, así como de nuestros problemas personales. Como cultura, pensamos y nos comportamos como si estuviésemos solos en la tierra, sin relación con los que vivieron antes que nosotros ni con los que vendrán después de nosotros. Las adicciones, la violencia y nuestros males sociales son los síntomas de nuestra profunda alienación espiritual y emocional.

Estos problemas de nuestro mundo son un reflejo de los conflictos y de las cuestiones personales con que nos encontramos todos. Dado que la conciencia colectiva está compuesta de individuos, estos problemas colectivos sólo se pueden resolver de verdad cuando nosotros, como individuos, asumimos la responsabilidad de sanarnos a los niveles más profundos. No podemos esperar encontrar unas soluciones significativas y eficaces para nuestros problemas sociales si no estamos dispuestos a realizar nuestro propio trabajo de sanación personal. Nuestro trabajo de conscientizarnos es una tarea muy ardua: a veces puede parecernos más fácil intentar abordar los problemas aparentemente “externos” con soluciones externas. Si bien estos pasos pueden formar parte del proceso de resolución, la sanación verdadera y duradera sólo puede salir de muy dentro de nosotros.

La sanación espiritual se produce cuando encontramos un camino para volver a conectar conscientemente con nuestro ser esencial, con la entidad sabia, amorosa, poderosa y creativa que somos nosotros en nuestro núcleo.

Por esta conexión con nuestra esencia espiritual, empezamos a conocer de nuevo nuestra unicidad con todos los demás seres y con toda la naturaleza. Cuanto más conectamos con esta unicidad esencial, más conocemos una sensación de seguridad, de confianza y de realización, un sentimiento de estar en nuestro sitio allí donde estamos. En lugar de tener sed de plenitud y de intentar saciarla desde el exterior, sentimos que una fuente que tenemos dentro llena nuestro vacío interior.

Este contacto con nuestra dimensión espiritual nos aporta una perspectiva más amplia de nuestras vidas, como individuos y como miembros de la humanidad. En lugar de limitarnos a estar atrapados por las frustraciones y las luchas diarias de nuestra personalidad, podemos ver las cosas desde la perspectiva del alma. Somos capaces de ver el cuadro general de nuestra vida en esta tierra, lo que nos ayuda a entender mucho mejor porqué estamos aquí y qué hacemos. Esto nos ayuda a situar nuestros problemas diarios dentro de una perspectiva más amplia y a encontrar el significado y el propósito más profundos de nuestras vidas.

El desarrollo de nuestra consciencia espiritual nos proporciona una base a partir de la cual podemos pasar fácilmente a los demás niveles de la sanación. Si no contamos con la capacidad de realizar esta conexión espiritual interior, puede resultarnos muy difícil, o incluso imposible, encontrar la inspiración, el entendimiento y la fuerza que necesitamos para hacer frente a las dificultades y a los desafíos del trabajo de sanación de los demás niveles.

¿Cómo tiene lugar la sanación espiritual? A algunas personas les sobreviene de una manera muy repentina y sorprendentemente, con una vivencia mística de algún tipo, como puede ser una experiencia próxima a la muerte, una visión o un sueño muy vívido. El despertar espiritual suele producirse en un momento de grave crisis física o emocional, cuando las preocupaciones más superficiales de la vida se desprenden de encima y dejan a la persona con la capacidad de vivir lo profundo. Muchas personas que luchan contra una adicción descubren que su conexión con un poder superior se produce en un primer momento a través de la misma desesperación. Es frecuente que las personas se pongan en contacto con la dimensión espiritual a raíz de una enfermedad propia o de la de un ser querido. El nacimiento de un niño puede ser a veces el catalizador que lleva a los padres a abrirse profundamente a lo milagroso. El mero hecho de encontrarse uno en un lugar y en un momento de paz, de tranquilidad y de retiro puede desencadenar a veces una vivencia espiritual.

Para muchos de nosotros, el despertar espiritual no se produce de manera repentina ni espontánea, sino que es algo que anhelamos y que cultivamos deliberadamente por medio de una práctica espiritual, como pueden ser la meditación o la oración practicadas con regularidad. Nuestra conexión espiritual puede desarrollarse gradual y paulatinamente a lo largo de muchos años.

A lo largo de la historia, los seres humanos han utilizado con frecuencia diversos tipos de sustancias alteradoras de la conciencia como medio para acceder a la dimensión espiritual. Muchas personas de mi generación encontraron una primera apertura espiritual por medio del uso de la marihuana, del LSD y de otras drogas alteradoras de la mente. Aunque el empleo de drogas puede ser un medio poderoso y eficaz para abrir el nivel espiritual de nuestro ser, es evidente que está lleno de peligros. Si bien una droga puede ayudar a una persona en un primer momento a encontrar el camino que conduce a una conciencia expandida, el verdadero desafío consiste en encontrar una y otra vez ese camino sin depender de una ayuda externa. Por desgracia, a muchos les resulta irresistible la tentación de seguir usando la droga como punto de apoyo, lo que los conduce a la dependencia y a la adicción, cuyo resultado último es una mayor pérdida para el alma, en lugar de una recuperación del alma.

¿Cuál es la mejor manera de cultivar nuestra sanación y nuestro desarrollo espiritual? Por medio de cualquier actividad o vivencia que nutra nuestra alma. Debemos empezar a prestar atención para descubrir qué es lo que nos alimenta de este modo.

Siempre que podamos dirigir nuestra atención, nuestra conciencia y nuestra energía al momento para que estén plenamente presentes con nosotros mismos, empezamos a acceder a la dimensión espiritual, en la que conocemos una sensación de conexión, de unicidad y de flujo. Todo lo que hagamos de todo corazón nos sustentará espiritualmente.

Nuestra cultura occidental otorga un gran valor al “hacer”. Nos enseñan que debemos ser todo lo activos, centrados y productivos que podamos. La mayoría nos sentimos culpables cuando no estamos practicando algún tipo de actividad productiva, ya sea física o mental. Cuando no estamos haciendo algo claramente tangible, tememos estar derrochando nuestro tiempo precioso.

Cuando nos relajamos, si es que lo hacemos alguna vez, suele parecernos que debemos estar entretenidos siempre o que debemos llenar el tiempo y el espacio con la radio, la televisión u otras distracciones.

Se concede muy poco valor al simple acto de “ser”. Se considera que le falta algo, en lugar de advertirse la importante energía que contiene en sí mismo. Pero la verdad es que “ser” es tan importante como “hacer”. El hecho de que no entendamos esto es la raíz de muchos de nuestros problemas mayores.

El tiempo que dedicamos a “ser” nos permite descansar y recargarnos de energías. Nos permite apartar nuestro centro de enfoque del mundo exterior y dirigirnos hacia el interior, donde podemos establecer contacto con nosotros mismos. La capacidad para estar callados, sencillamente, durante cierto tiempo es la puerta de acceso a nuestras dimensiones más profundas. Es necesario entrar en el plano del ser para conectar profundamente con el espíritu. Aportamos sanación espiritual a nuestras vidas cuando encontramos un modo de establecer contactos regulares con estos aspectos más profundos de nosotros mismos. Para ello debemos desarrollar algún tipo de práctica espiritual que dé resultado para nosotros y, a continuación, comprometernos a realizarla con regularidad.

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