Nuestro bienestar pleno depende de nuestra capacidad de cuidarnos a nosotros mismos en el mundo físico. Esto supone, concretamente, mantener nuestros cuerpos físicos en forma, sanos y satisfechos. De una manera más general, supone funcionar en el mundo de una forma que no sólo nos permita sobrevivir sino prosperar, ser capaces de lograr nuestras metas y de satisfacer nuestras necesidades y nuestros deseos físicos.

Continuamos con el resúmen del libro “Los cuatro niveles de la sanación” de Shackti Gawain, parte 5

Cómo sanar el nivel físico parte 4

En un plano más sutil, supone un cierto “velar” por las cuestiones físicas, ser conscientes de lo que pasa en nuestros cuerpos y en nuestro entorno. Y por último, aunque no menos importante, desde luego, supone mantener unas relaciones
sanas y equilibradas con nuestro planeta y con el mundo natural.

Hasta hace muy poco tiempo, la mayoría de las personas no habíamos recibido mucha información ni estímulos que nos animasen a hacer una vida sana ni teníamos muchos ejemplos buenos de personas que la hiciesen. En efecto, el modo de vida de nuestra cultura se ha hecho cada vez más sedentario y antinatural. Son cada vez más las personas que viven en las ciudades sin acceder apenas a la naturaleza, van a todas partes en automóvil en lugar de caminar, trabajan en edificios con aire acondicionado, sin luz ni aire natural, y comen alimentos poco sanos y demasiado elaborados. Lo que es peor todavía, hacemos unas vidas tan ajetreadas y llenas de tensión que estamos forzando constantemente a nuestros cuerpos por encima de su nivel de energía natural, consumiendo con frecuencia cafeína para seguir en marcha a un ritmo artificial.

Debido a la gran importancia que otorga la civilización moderna al desarrollo intelectual y tecnológico, nos hemos desconectado en gran medida de los sentimientos y de las necesidades de nuestros seres físicos. Nuestra actitud hacia la naturaleza y hacia nuestros propios cuerpos ha sido de conquista y de control, en lugar de ser una actitud de respeto, de veneración y de colaboración.

Otro factor coadyuvante ha sido la actitud para con el cuerpo potenciada por los planteamientos tradicionalistas, trascendentes y espirituales de la mayoría de las religiones del mundo actual. La mayoría de las religiones consideran al cuerpo como el enemigo del espíritu, como la sede de nuestras necesidades, emociones, pasiones y apegos humanos. La meta de estas filosofías espirituales es someter estos aspectos humanos y elevarse por encima de ellos. El cuerpo se considera bajo, inferior a la mente y al espíritu, o incluso francamente maligno. Así, el cuerpo físico se desprecia o se denigra.

Para empeorar las cosas, nuestra tradición científica nos ha enseñado a centrarnos en las causas y en los tratamientos externos para la curación de las enfermedades, y a olvidar los orígenes más sutiles y los procesos de curación más internos. Nos consideramos “víctimas” de unas enfermedades que sencillamente pueden atacarnos en cualquier momento sin causa determinada. Esto nos produce una sensación de impotencia, de disponer de poco poder o responsabilidad sobre nuestra propia salud. Por esta razón, hemos llegado a depender demasiado de los poderes externos y solemos poner todas las decisiones en manos de los profesionales de la medicina.

Esta insistencia sobre los tratamientos externos también nos ha llevado a convertirnos en una cultura sorprendentemente orientada a las drogas y a los medicamentos. A veces parece que cada uno de nosotros está buscando la píldora o la poción mágica que le pueda quitar el dolor y hacerle sentirse a gusto, al menos de momento. Todos somos conscientes de la epidemia que padecemos actualmente de adicciones a las drogas y a los medicamentos, al alcohol, al tabaco, a la cafeína, a la comida y a otras sustancias, pues intentamos frenéticamente resolver nuestro dolor emocional y espiritual bloqueándolo con algo. Al mismo tiempo, bloqueamos también las señales de nuestros cuerpos físicos.

La verdad es que nacemos con una conciencia natural de las necesidades y de las sensaciones de nuestros cuerpos, pero hemos aprendido a resintonizarnos del cuerpo, ya sea olvidándolo o controlándolo con nuestras ideas mentales acerca de los que es bueno para él. Hemos perdido el contacto con nuestra sensibilidad con respecto a lo que está pasando dentro de nosotros y a nuestro alrededor. Muchos de nosotros apenas somos conscientes de nuestros cuerpos en absoluto a no ser que éstos sufran graves dificultades físicas. El cuerpo tiene que ponerse enfermo para ganarse nuestra atención.

Afortunadamente, todo esto empieza a cambiar. En nuestra cultura se presta una atención creciente a la importancia de cosas tales como una buena nutrición y la práctica regular de ejercicio. Muchas personas empiezan a asumir en mayor grado la responsabilidad de crear y conservar su propia salud y bienestar físico.

La sanación física tiene lugar cuando aprendemos a sintonizar con nuestros cuerpos, a sentirlos y a escucharlos. Nuestros cuerpos suelen saber lo que necesitan. Se comunican con nosotros de manera clara y concreta, si es que estamos dispuestos a escucharlos. Necesitamos cultivar el arte de comprender e interpretar sus señales. El cuerpo está comunicando constantemente su necesidad de recibir los alimentos adecuados en el momento adecuado, de descansar cuando está cansado, de movimiento y de contacto.

Para recibir con precisión los mensajes del cuerpo, tenemos que sanar primero nuestros propios procesos adictivos, las falsas ansias que podemos haber desarrollado hacia ciertas sustancias o alimentos que nos bloquean la capacidad de sentir lo que necesitan verdaderamente nuestros cuerpos. Nuestros cuerpos ansían de manera natural lo que es bueno para ellos.

Escuchar al cuerpo
Muchas personas suponen inconscientemente que su cuerpo es su enemigo. Imaginémonos lo mal que debe de sentirse el cuerpo al ser considerado de este modo y cuántos conflictos interiores causa esta actitud. Conduce a una relación de enfrentamiento en la que estamos intentando constantemente controlar nuestros cuerpos y darles forma a latigazos.

Muchos de nosotros necesitamos dejar de intentar con tanto afán controlar nuestros cuerpos, movidos por la angustia de nuestro aspecto físico, o incluso por un deseo sincero de estar sanos y en forma. Adoptamos muchas reglas acerca de lo que es bueno para nosotros e intentamos forzar a nuestros cuerpos a que se ciñan a ellas. Algunas de estas reglas e ideas pueden ser positivas por sí mismas, pero si las aplicamos con demasiada rigidez pueden causarnos problemas; por ejemplo, si intentamos no comer más que alimentos libres de grasas. Podemos controlar nuestro régimen alimenticio con demasiada energía o forzarnos excesivamente cuando hacemos ejercicio. Acto seguido, es posible que nos rebelemos contra nuestras reglas autoimpuestas y que adoptemos la conducta diametralmente opuesta. Naturalmente, la disciplina sana tiene su lugar importante cuando no se abusa de ella.

Tenemos que hacernos amigos de nuestros cuerpos y aprender a reconocer y a apreciar el modo en que nos sirven. Pensemos que trabajan veinticuatro horas al día para mantenernos vivos y tan sanos como sea posible. Practica el aprecio a tu cuerpo. Advierte cuánto placer obtienes de tus sentidos físicos: saborear la comida, contemplar la puesta de sol, oler las flores, oír música, recibir un masaje.

El planteamiento más eficaz que he descubierto para la sanación del nivel físico es aprender a escuchar la sabiduría innata del cuerpo y hacer todo lo que se pueda por seguirla. Piensa que los animales, en su hábitat natural, comen cuando tienen hambre, reposan cuando están cansados, y generalmente suelen estar pletóricos de energía y de vitalidad. Naturalmente, nuestras vidas son complejas. Suele ser difícil prestar atención a las cosas sencillas, y rara vez es posible ser verdaderamente espontáneos. A pesar de todo, podemos empezar a cultivar el hábito de comunicarnos con nuestros cuerpos de manera natural para descubrir cuáles son sus necesidades.

He aquí algunas de las necesidades básicas del cuerpo:

  • Agua pura, fresca y abundante
    – Un régimen de alimentación sencillo, natural y
    bien equilibrado a base de alimentos sanos y sabrosos.
    – Bastante descanso, dormir bien por la noche y un descanso
    o siesta durante el día si es necesario.
    – Aire fresco y un rato al aire libre todos los días.
    – Movimiento regular y ejercicio del que se disfrute y que sea
    conforme a sus capacidades.
    – Contacto físico, afecto e intimidad.
    – Placer y expresión sensual y sexual.

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Sanación 4

Sanación 6

 

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Maca Hernandez
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